Muchos me habéis escrito para que os hable de la obsesión, así que hoy vamos a desvelar algunas de las características de esta estructura tan compleja.
Un primer concepto clave para comprender la personalidad obsesiva es el de incertidumbre. El obsesivo la detesta, detesta la posibilidad de ser sorprendido, y hará todo lo que esté en su mano para saber lo que va a ocurrir a continuación. Para el obsesivo existe un miedo permanente, una amenaza sin nombre que lo lleva a la rumiación, el control, la postergación y la ritualización de su vida.
En sus relaciones sociales el obsesivo es contenido, discreto, y focalizará su atención en los demás para intentar predecir su conducta y en sí mismo para controlar la imagen que proyecta, es un gran observador. Evitará a toda costa la confrontación, que es por su propia naturaleza imprevisible, lo que le llevará a ajustar su comportamiento a las expectativas que cree que los demás tienen de él. Ante cualquier propuesta inesperada el obsesivo se negará, saldrá con evasivas o nos inundará a preguntas para conocer exactamente todos los detalles del plan, reduciendo tanto como sea posible la improvisación.
En el ámbito de la pareja el principal problema del obsesivo es su negación del deseo. El deseo implica necesariamente un abandono, al nuestro propio y al del otro, supone una negación del control. En las relaciones de pareja y en afán de sentirse cómodo, el obsesivo hilará su vínculo en torno a la ternura, el afecto, convirtiendo el deseo de su pareja en ley, en una imposición externa que tenderá a satisfacer con todo el rigor y el método que caracterizan su comportamiento habitual, preocupándose mucho más por el disfrute del otro que por el de sí mismo. Esto no significa que el deseo en el obsesivo no exista, pero no lo manifiesta, necesita articularlo a través de la demanda del otro, aunque contradictoriamente esa demanda lo haga sentir incómodo. Son personas temerosas de las emociones y en particular de su manifestación, y aunque las experimentan con intensidad, las muestran de forma muy superficial o racionalizada, presentándose en ocasiones como personas frías o insensibles a las muestras afectivas de los demás.
Laboralmente se desenvuelven muy bien ejecutando las órdenes de un superior y ajustándose a lo que se espera de ellos (el obsesivo vive con la sensación de que siempre se espera algo de él). Persiguen el logro en tanto exista un observador que se lo reconozca y no tengan que asumir riesgos en el trayecto. Son metódicos y ordenados, y no es difícil encontrarlos comprobando una y otra vez su trabajo para evitar esa amenaza sin nombre que les ronda constantemente. El obsesivo puede ser un fenomenal contable, encargado de logística o mando intermedio. Como en lo social, evitarán la confrontación y sufren terriblemente en las negociaciones, ya que los obliga a posicionarse y a no satisfacer las expectativas de al menos una de las partes, exponiéndose a un reproche que ataque su fortificado y a la vez vulnerable Yo. Las presentaciones públicas tampoco suelen ser de su agrado, por la relación que se establece entre la exposición y el intento de control de sus propias reacciones corporales.
Toda esta negación de lo que realmente quiere ser, de su deseo, convierte al obsesivo en esclavo del Superyó o de ese gran Otro Lacaniano, de la ley, de lo ético, de lo moralmente correcto, y del deseo del otro que como decíamos se convierte en imposición. En consecuencia, el obsesivo está angustiado, es irritable o está enfadado consigo mismo -no necesariamente de forma consciente-, por no obrar su voluntad con libertad. Tanto es así, que el obsesivo puede llegar a ignorar por completo su deseo, y no es extraño encontrar en consulta que no son capaces de responder a la pregunta de qué quieren para si mismos. Su deseo está enterrado bajo capas de miedos, leyes, normas, expectativas y, en ultima instancia, de rumiaciones y comportamientos compulsivos.
El sujeto tropezó en una piedra de la calle y tuvo que apartarla a un lado porque se le ocurrió que, al cabo de pocas horas, pasaría por allí el coche de su amada y podía tropezar y volcar en aquellas piedras. Pero minutos después pensó que todo aquello era un disparate, y tuvo que volver y colocar de nuevo la piedra en el lugar que antes ocupaba en medio de la calle.
El Hombre de las Ratas. Sigmund Freud.
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Gregorio Serrano
Psicólogo Especialista en Psicoterapia Psicoanalítica
Psicólogo en Sevilla
A. says:
Mi pareja tiene transtorno obsesivo compulsivo y no sé cómo ayudarle…a veces se mete tanto en su mundo que es como si fuera otra persona y es completamente inaccesible…a veces está ausente días, y a veces siento como si fuera otra persona….no se quién me voy a encontrar cada día en frente…toma medicación pero no hace ningún tipo de terapia…cómo puedo ayudarle? Como puedo intentar que vaya a terapia? No solo veo que se está destruyendo a sí mismo sino que yo voy detrás…
Psicología Temprana says:
Hola A.,
Para preservar tu intimidad te he contestado al email que has facilitado. Muchas gracias.
Saludos,
Gregorio